Los niños imitan lo que tú haces. Por eso, debes ser ejemplo de
respeto, de dignidad, de cortesía, de honradez, de buen juicio, de
compasión, o de cualquier otro comportamiento
o actitud que quieres que ellos adopten.
2-Explica claramente lo que quieres que hagan
Con los niños pequeños la vida no puede ser una serie interminable
de "no", "no hagas esto" o "déjalo". Es importante enseñarles a los
niños lo que no deben hacer, pero también mostrarles que
tipo de comportamiento es el adecuado. En otras palabras, cuando
pidas al niño que deje de realizar cierto comportamiento, explica lo que
debería reemplazarlo.
3- Destaca la buena conducta
Pasa a veces que un mal comportamiento atrae más tu atención que una
buena conducta. Pero los cumplidos animan a la buena conducta. Un "muy
bien, has recogido tus juguetes" o "me gusta como
compartes tu juguetes con tu hermano" será de gran ayuda para el
pequeño.
4- Explica la razón por la que pides las cosas
Si el niño sabe la razón de tus demandas, podrá obedecerte más
rápidamente... o tal vez no. Pero, a la larga, los niños perciben que su
comportamiento arrastra efectos y consecuencias. Así
aprenden también a tener en cuenta el punto de vista de los demás.
5-No mezcles las emociones y la disciplina
En ocasiones los padres se sienten cansados e irritables. Si, en ese
preciso momento los niños se portan mal, la combinación es nefasta.
Antes de reaccionar así, cuenta hasta tres, retén el
impulso inicial y piensa bien en lo que vas a decirle. La disciplina
debe ser una estrategia bien organizada para orientar a los niños, y no
una reacción emocional.
6-Habla con normalidad, sin gritar
Los niños ignorarán los gritos si es lo único que oyen. En una
familia donde todo se basa en gritos, los niños dejan de escuchar. Si
tienes algo que decir al niño, hazlo normalmente. Deja que las
palabras, y no la intensidad de la voz, transmita el mensaje. De
esta manera, cuando tengas que gritar en una situación urgentemente (por
ejemplo, si un niño se lanza a la carretera corriendo
detrás de una pelota), te oirá y reaccionará enseguida.
7- Evita el castigo
Disciplina y castigo no son sinónimos. Un castigo tiene como
objetivo normalmente animar a una persona a no repetir sus malas
acciones. Sin embargo, a través del castigo (sobre todo si es físico)
los niños aprenden cómo la gente poderosa impone reglas que las
personas débiles deben aceptar y seguir, o sufrir consecuencias
desagradables. Pueden aprender también a evitar ser honrados
respecto a sus errores o a desviar la culpa hacia otros.
Un castigo identifica lo que está mal, pero no ayuda al niño a
aprender lo que está bien. El objetivo de la disciplina es instruir.
Enseña el dominio de sí mismo y un comportamiento socialmente
aceptable. Con la disciplina se le anima al niño al buen
comportamiento corrigiendo la mala conducta y enfatizando la buena
conducta. La disciplina es una buena ocasión de mostrar lo que es el
respeto, la paciencia y el modo correcto de resolver los problemas.
8- Nunca pegues a un niño
Lo aconsejable es revalorizar la estrategia global de disciplina y buscar modos de reemplazar el azote. Por ejemplo, puedes probar períodos de reflexión o suspensiones de fortalecimiento apartandole en una zona de la sala. No obstante, un "período de reflexión" nunca debe durar más de un minuto por cada año de edad del niño (es decir, dos minutos para un niño de dos años).
Lo aconsejable es revalorizar la estrategia global de disciplina y buscar modos de reemplazar el azote. Por ejemplo, puedes probar períodos de reflexión o suspensiones de fortalecimiento apartandole en una zona de la sala. No obstante, un "período de reflexión" nunca debe durar más de un minuto por cada año de edad del niño (es decir, dos minutos para un niño de dos años).
9. Jamás insultes a los niños
Para muchos padres "disciplina" quiere decir gritar,
censurar... El niño adquiere entonces la impresión que
es una mala persona, y no una persona que ha dado muestras
de mal juicio o que se ha portado mal en un momento concreto.
Una buena disciplina es una estrategia planificada que tiene como
objetivo animar la buena conducta y desanimar la mala. Esta disciplina
debe ser constante, lógica y equitativa.
10- No seas demasiado permisivo ni demasiado represivo
Existen padres que nunca disciplinan a sus niños. El padre permisivo
deja a los niños actuar según su gusto y, por consiguiente, nunca están
forzados a aplicar reglas o a mantener límites. En
cambio, los niños de padres demasiado represivos viven
constantemente con el temor de desagradar. Hay que evitar estos dos
extremos.
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